La mayoría de las proyecciones de crecimiento económico mundial para 2021 son bastante contradictorias. Algunos expertos se muestran optimistas sobre la economía mundial en el año en curso, mientras que otros anticipan escenarios bastante pesimistas. Sin embargo, todos coinciden en que la situación en 2021 seguirá dependiendo de la pandemia de coronavirus.

Cuando comenzó 2020, la economía global acababa de alcanzar su décimo año consecutivo de crecimiento ininterrumpido. Muchos analistas creían que esta tendencia continuaría. Sin embargo, el COVID-19 puso todo patas arriba. Su rápida propagación por todo el mundo frustró las esperanzas de un repunte económico continuo, provocando una fuerte recesión mundial.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que la economía mundial se había contraído un 4,4% en 2020. La introducción de medidas restrictivas en varios países para contener la propagación del COVID-19 provocó un aumento del desempleo, que podría ser comparable a los niveles de la era de la Gran Depresión.

Según los analistas, los niveles de desempleo variaron significativamente en diferentes partes del mundo. Por ejemplo, las medidas introducidas por China para contener el brote resultaron ser efectivas, permitiendo que las tasas de desempleo se mantuvieran bajas. Otros estados, como Alemania, adoptaron programas respaldados por el gobierno que ayudaron a preservar los puestos de trabajo durante la crisis.

Sin embargo, la situación al otro lado del océano distaba mucho de ser satisfactoria. En Brasil y Estados Unidos, la propagación incontrolada del nuevo virus y el retraso de las respuestas económicas y de salud del gobierno provocaron enormes pérdidas de puestos de trabajo. Más de 22 millones de estadounidenses perdieron sus trabajos en marzo y abril de 2020. Como resultado, la tasa de desempleo en el país se disparó a casi el 15%.

Según los expertos, la pandemia ha asestado un golpe devastador al comercio mundial. En marzo y abril del año pasado, los volúmenes de exportación cayeron a su nivel más bajo en casi una década. En un esfuerzo por apoyar a las economías devastadas por la crisis del coronavirus, los gobiernos y los bancos centrales de todo el mundo implementaron un estímulo fiscal y monetario sin precedentes. Por supuesto, tales medidas evitaron daños aún mayores a muchas economías, pero resultaron en un aumento de la deuda soberana mundial. Además, la situación se vio agravada por tipos de interés cercanos a cero.

"La deuda hoy es sostenible y lo seguirá siendo durante algunos años, porque mientras la actividad económica y el empleo no hayan recuperado impulso, es poco probable que los bancos centrales hagan algo con sus tipos de interés. Eso permite a los gobiernos mantener el apoyo fiscal en forma de planes de retención y apoyo a las empresas", dijo la economista jefe de la OCDE, Laurence Boone.

Otro efecto adverso de los paquetes de estímulo económico introducidos por la mayoría de los países fue un aumento en el gasto de los consumidores. Las bajas tasas de interés alentaron a los ciudadanos a comprar artículos caros como automóviles o viviendas. Al mismo tiempo, los gastos en restaurantes, así como en viajes y ocio, se desplomaron.

El sector bancario mostró un efecto inesperado en medio del creciente gasto público. Los expertos registraron un repunte en los ahorros entre los hogares de todo el mundo, ya que muchos consumidores aprovecharon los pagos de apoyo del gobierno diseñados para mitigar las consecuencias de la pandemia de COVID-19.

En el segundo semestre de 2020, la tasa de ahorro disminuyó pero se mantuvo por encima del nivel anterior a la crisis. Los economistas creen que esto ayudará a impulsar un repunte económico en 2021 cuando el efecto positivo de las vacunas COVID-19 se haga evidente.