Algunos economistas predicen que las guerras de divisas serán habituales en todo el mundo en un futuro próximo. En pocas palabras, una guerra de divisas es una política adoptada por algunos bancos centrales en paralelo para devaluar sus monedas nacionales. Cada uno de ellos persigue el objetivo de dinamizar su economía interna.

Los expertos advierten que el nuevo presidente de los EE. UU., que reemplazará al actual líder de los EE. UU., Joe Biden, marcará la tendencia. La nueva administración podría hacer esfuerzos decididos para debilitar la moneda estadounidense. Los países latinoamericanos seguirán rápidamente su ejemplo porque sus economías dependen de la tasa de cambio del dólar estadounidense. Además, el mismo destino le espera al dólar de Hong Kong y al dirham de los Emiratos Árabes Unidos.

Más adelante, China, Japón y Corea del Sur también se verán envueltos en guerras de divisas. Los analistas estiman que las autoridades monetarias de la UE se abstendrán de la devaluación deliberada de la moneda única europea porque tendrán que frenar la inflación vertiginosa mediante la política opuesta de reforzar el euro frente al dólar estadounidense. Esta medida será apropiada para apoyar a los fabricantes europeos que gestionan sus negocios dentro de la zona del euro.

Los países devalúan sus monedas nacionales porque las mercancías fabricadas o los productos básicos producidos dentro de este país se vuelven más baratos para los compradores extranjeros. En otras palabras, esta práctica fomenta las exportaciones, aumenta los ingresos de los exportadores nacionales y aumenta los ingresos fiscales en el presupuesto estatal. A su vez, con importaciones más caras, la demanda de mercancías importadas disminuye. En el lado positivo, la moneda infravalorada otorga una ventaja competitiva a los fabricantes locales.

La otra cara de la moneda es que una guerra de divisas plantea graves riesgos para un estado y podría tener consecuencias devastadoras no deseadas. Una guerra de divisas podría salirse del control de un banco central, causando así estragos en el sector bancario y ejerciendo una gran presión sobre los consumidores locales. En general, los economistas ven las guerras de divisas como dañinas para la economía mundial, ya que preparan el escenario para la agitación financiera mundial.